Metabolismo del Sodio, hiponatremia e hipernatremia

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BALANCE DE SODIO

El balance de sodio regula el volumen del líquido extracelular (LEC), mientras que el balance de agua regula la osmolalidad. Dado que el sodio y sus aniones acompañantes son los determinantes principales de la osmolalidad del plasma ( 1), las alteraciones del balance externo de agua se reflejan en la concentración plasmática de este ión, que se encuentra determinada principalmente por el agua corporal total. En consecuencia, el sodio plasmático es un indicador del equilibrio hídrico. Para mantener estable el balance corporal de agua, los cambios de la osmolalidad del LEC son monitoreados por un complejo sistema de osmorreceptores ubicados en el sistema nervioso central (SNC). Estos regulan el mecanismo de la sed y la secreción neurohipofisaria de hormona antidiurética, actualmente referida como arginina vasopresina (AVP). Tanto la AVP como la sed cumplen un rol central en el balance externo de agua. La AVP regula la cantidad de agua libre excretada diariamente en la orina para mantener la osmolalidad del LEC dentro su valor normal (285-295 mOsm/kg), mientras que el mecanismo de la sed normaliza la ingesta hídrica de acuerdo con las necesidades diarias (según el estado metabólico del individuo). En consecuencia, ambos mecanismos participan de la regulación y mantenimiento de la concentración plasmática de sodio, que normalmente varía entre 135-145 mEq/L.

Asimismo, existe una interrelación fisiológica entre el control del volumen y de la osmolalidad del LEC. Se establece a partir del reflejo de los barorreceptores aórticos y carotídeos y a la acción de la angiotensina II; ambos factores participan de la regulación de la secreción de AVP y, en menor medida, del mecanismo de la sed.

En los Capítulos 1 y 5 se describe la regulación del balance externo de agua, así como el rol fisiológico de la AVP y las alteraciones de su metabolismo y acción. Mientras que en el Capítulo 6 se describe la regulación del balance de sodio, el control del volumen del LEC y sus alteraciones. En este capítulo se desarrollan el resto de las alteraciones del balance externo de agua, en ocasiones asociadas con alteraciones del balance de sodio, que conducen al desarrollo de hiponatremia e hipernatremia.

Hiponatremia

Como fue mencionado, la hiponatremia se establece sobre la base de una alteración primaria del balance externo de agua. En el marco de la contracción del LEC, p. ej., también se acompaña de un trastorno en el balance externo de sodio.

La incapacidad para excretar agua libre, sumado al aporte de un exceso de agua libre por vía oral o parenteral, generan hiponatremia. En efecto, para que la hiponatremia se establezca siempre es necesaria la participación de ambos componentes. Es decir, que aun cuando se produce un aumento de la AVP circulante con menor capacidad renal para excretar agua (v. más adelante), no se genera hiponatremia sin el aporte simultáneo de agua por vía oral o de soluciones hipotónicas por vía parenteral. Un caso especial representa la polidipsia psicógena o primaria, en la que puede generarse hiponatremia (además de poliuria) cuando se supera la capacidad renal para excretar agua (v. más adelante).

Incidencia

La hiponatremia es el trastorno hidroelectrolítico más frecuente en pediatría. Afecta globalmente hasta el 25% de los niños internados, con cifras que varían desde el 5% en las salas de clínica general, hasta el 30%-35% en las unidades de cuidados intensivos pediátricos (UCIP). Asimismo, durante el período posquirúrgico la incidencia es cercana al 30%. La explicación a este fenómeno resulta de la combinación de situaciones clínicas que propician un exceso de AVP (v. más adelante), junto con un aporte exagerado e inapropiado de líquidos hipotónicos, por lo general a través de planes de hidratación parenteral ( 1).

De acuerdo con patologías específicas, la hiponatremia se ha reportado hasta en el 50% de los pacientes sépticos, el 45%-60% de los pacientes con meningoencefalitis, el 30%-45% de los pacientes con bronquiolitis o neumonía, y hasta en el 13% de los que desarrollan convulsiones.

Cabe destacar que el desarrollo de hiponatremia se asocia con un aumento de la mortalidad, mayor riesgo de complicaciones y prolongación de la estadía en el hospital.

Definición

Si bien para numerosos autores la hiponatremia se define con un sodio plasmático < 135 mEq/L, desde un punto de vista práctico y en función de las manifestaciones clínicas y su relación con el tratamiento (v. más adelante), la hiponatremia puede definirse y estratificarse de la siguiente manera:

  • Hiponatremia leve: sodio entre 125-130 mEq/L.
  • Hiponatremia moderada: sodio entre 120-125 mEq/L.
  • Hiponatremia grave: sodio < 120 mEq/L.

Cabe destacar que, en forma independiente de la magnitud del descenso del sodio, la hiponatremia siempre se considera grave cuando se acompaña de encefalopatía hiponatrémica (v. más adelante).

Clasificación y causas

Desde un punto de vista clínico y fisiopatológico, resulta de suma utilidad clasificar a las hiponatremias de acuerdo con la ausencia o la presencia de un aumento de la AVP (Figura 2.1). En pediatría, la causa más frecuente de hiponatremia es la depleción de volumen en el marco de la diarrea aguda ( 1). Este escenario clínico se caracteriza por la combinación de la contracción del LEC, aumento de la AVP y el aporte frecuente de un exceso de líquidos hipotónicos por vía oral, situaciones que en conjunto propician el desarrollo de hiponatremia.

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 Hiponatremias sin aumento de la AVP

Este tipo de hiponatremias se caracterizan por la ausencia de un exceso de AVP circulante, y representa el grupo menos frecuente en pediatría. Dejando de lado la seudohiponatremia, cada vez menos observada con la determinación del sodio plasmático mediante el método ion selectivo directo, se describen tres situaciones clínicas que vale la pena mencionar:

  • Hiponatremia dilucional en el marco de un síndrome hiperosmolar (cetoacidosis diabética).
  • Polidipsia primaria.
  • Falla renal.

La hiponatremia asociada con el uso de tiazidas, frecuente en adultos pero excepcional en pediatría, también se encuentra dentro de este grupo. El bloqueo del cotransportador Na+/Cl- del túbulo contorneado distal (NCC) interfiere con la dilución del líquido tubular, restringe la capacidad de dilución urinaria y conduce a una menor excreción de agua libre.

Hiponatremia dilucional en el marco de un síndrome hiperosmolar

La causa más frecuente de este trastorno es la hiperglucemia que acompaña a la cetoacidosis diabética ( 20). La hipertonicidad extracelular generada por la hiperglucemia induce el desplazamiento de agua desde el líquido intracelular (LIC) hacia el LEC, lo que diluye el sodio plasmático y produce hiponatremia. Este fenómeno se revierte con la corrección de la hiperglucemia.

Clásicamente, se describe que este mecanismo dilucional propicia un descenso del sodio plasmático en 1,6 mEq/L por cada 100 mg/dL que aumenta la glucemia por encima de 100 mg/dL. Sin embargo, diversos autores describen que esta relación puede cambiar cuando la glucemia es mayor de 400 mg/dL (el sodio podría disminuir ~2,4 mEq/L por cada 100 mg/dL por encima de 400 mg/dL).

El cálculo del sodio corregido (Figura 2.2) permite conocer la concentración de sodio esperada en ausencia de hiperglucemia.

Se debe mencionar que en la cetoacidosis diabética, si bien la deshidratación es principalmente intracelular, suele haber cierto grado de contracción concomitante del LEC ( 20) y aumento de la AVP; sin embargo, este aumento no representa el mecanismo principal de generación de hiponatremia en esta entidad.

Polidipsia primaria

El flujo urinario está determinado por el aporte de agua, y el volumen máximo de orina que puede ser emitido diariamente se encuentra limitado por la carga renal de solutos (CRS,  8). Normalmente, la CRS es cercana a 10 mOsm/kg/día (entre 100-600 mOsm/día, según el tipo de dieta y la edad).

La capacidad máxima de dilución urinaria permite emitir una orina con una osmolalidad de 50 mOsm/kg, propiedad que se encuentra madura desde el nacimiento, si bien se ve limitada por la menor tasa de filtrado glomerular ( 1). Por el contrario, la capacidad máxima de concentración urinaria varía con la edad; es mayor de 1100 mOsm/kg hacia el final del primer año de vida, y entre los 2-3 años se alcanza la capacidad máxima de concentración del adulto (1200-1400 mOsm/kg).

Si se toma el ejemplo de un paciente de 5 años que pesa 20 kg, diariamente debería excretar una CRS de 200 mOsm

Tabla

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(10 mOsm/kg). En base a la capacidad de concentración y dilución urinaria, los volúmenes de orina comprometidos osmóticamente con esa CRS son los siguientes:

  • Mínimo volumen diario de orina: 166 mL/día (200 mOsm/1200 mOsm/kg).
  • Máximo volumen diario de orina: 4 mL/día (200 mOsm/50 mOsm/kg).

En este ejemplo, una ingesta hídrica que supere los 4 litros por día excede la capacidad renal para excretar el exceso de agua libre. En la polidipsia primaria, suelen ingerirse grandes volúmenes de agua; cuando estos volúmenes superan la capacidad de excretar el exceso de agua libre, se genera hiponatremia. Cabe destacar que según su magnitud y velocidad de instalación, también puede conducir al desarrollo de encefalopatía hiponatrémica. En el Capítulo 8 se ofrece una descripción adicional de esta entidad, junto con sus diagnósticos diferenciales.

Falla renal

La disminución de la tasa de filtrado glomerular (TFG), tanto en la lesión renal aguda (LRA) como en la enfermedad renal crónica (s 48.1 y 72, respectivamente) puede comprometer la capacidad de excreción urinaria de agua libre. Este efecto es más marcado cuanto mayor sea la caída de la TFG. Asimismo, el defecto de concentración que suele acompañar a ambos trastornos propicia el desarrollo de hiponatremia cuando se acompaña del aporte de grandes volúmenes de agua y dietas con bajo contenido de sodio.

Hiponatremias con aumento de la AVP

Normalmente, existen numerosos estímulos para la síntesis y liberación neurohipofisaria de AVP. El aumento de la osmolalidad del plasma por encima de 282 mOsm/kg (gatillo osmótico) representa el estímulo más sensible, y junto con el estímulo hemodinámico mediado por el reflejo de los barorreceptores y la angiotensina II, representan los principales reguladores fisiológicos de este sistema (s 1 y 5). Asimismo, una serie de estímulos no osmóticos ni hemodinámicos son capaces de inducir la liberación de AVP (Tabla 2.1).

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Para comprender la fisiopatología de las hiponatremias con aumento de la AVP, cabe recordar que la respuesta de los osmorreceptores al estímulo osmótico se encuentra modulada por la actividad de los barorreceptores aórticos y carotídeos. La hipovolemia determina una mayor respuesta al estímulo osmótico, mientras que la hipervolemia determina lo contrario. En consecuencia, los estados de baja volemia arterial efectiva, ya sea que se acompañen o no de la disminución del volumen total del LEC, poseen mayor secreción de AVP para un mismo estímulo osmótico, lo que favorece el desarrollo de hiponatremia si al mismo tiempo se aporta agua libre por vía oral o parenteral (s 1 y 5). Esta modulación se relaciona con la jerarquía homeostática, que tiende a preservar la estabilidad hemodinámica por sobre la osmolalidad de los fluidos corporales.

Este tipo de hiponatremias pueden subclasificarse en tres grupos, de acuerdo con el estado del volumen del líquido extracelular:

  • LEC bajo.
  • LEC alto.
  • LEC normal (o levemente aumentado)

El estado posquirúrgico supone una situación clínica y fisiopatológica particular, caracterizada por la presencia de múltiples estímulos no osmóticos para la liberación de AVP (dolor, estrés, inflamación, nauseas, vómitos, fármacos, etc.). El aporte de fluidos isotónicos en una cantidad que asegure el manteniendo del volumen del LEC cobra particular relevancia en este escenario. Para un análisis detallado de las estrategias de fluidoterapia perioperatoria en pacientes pediátricos, se sugiere consultar el Capítulo 9.

Líquido extracelular bajo

Este tipo de hiponatremia es la más frecuente en la edad pediátrica, vinculada principalmente con la deshidratación por diarrea aguda. La pérdida de agua y sodio es responsable de la contracción del LEC, con disminución de la volemia arterial efectiva. Menos frecuentemente, las pérdidas pueden ser por ileostomías, colostomías u otros drenajes, así como también a través de la piel por sudor excesivo, quemaduras, etc. En estas situaciones, si la función renal es normal, la contracción del LEC se acompaña de un sodio urinario bajo (<20-30 mEq/L) y de una fracción excretada de sodio (FENa) < 1% (Figura 2.3 a).

Texto

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Las pérdidas de agua y sodio también pueden suceder por vía renal, por ejemplo, con el empleo de diuréticos de asa (furosemida), por diuresis osmótica, en la fase poliúrica de la necrosis tubular aguda, por poliuria posobstructiva o nefritis tubulointersticial. Cabe destacar que estas pérdidas, al igual que las enterales y las pérdidas insensibles, suelen ser hipotónicas con respecto al LEC.

Como fue mencionado, la baja volemia arterial efectiva estimula la secreción de AVP con valores de osmolalidad plasmática por debajo de los fisiológicos. Dado que las pérdidas por diarrea poseen entre 40-100 mEq/L de sodio (hipotónicas, al igual que la mayoría de las pérdidas), para que la hiponatremia se establezca siempre es necesario que el aumento de la AVP se acompañe del aporte de agua libre por vía oral o parenteral, situación que sucede frecuentemente.

En el hipoaldosteronismo por insuficiencia corticosuprarrenal primaria (s 6 y 23), la pérdida renal de sodio genera hipovolemia efectiva, que se acompaña de hiponatremia por un exceso de AVP, el aporte de agua libre y la ausencia de cortisol. El déficit de esta última hormona aumenta indirectamente la concentración plasmática de la hormona liberadora de adrenocorticotrofina (CRH), que funciona como un secretagogo de la AVP. Asimismo, se pierde la inhibición que naturalmente ejerce el cortisol sobre la secreción de AVP. En consecuencia, se amplifica la reabsorción distal de agua libre, la dilución del líquido extracelular y el desarrollo de hiponatremia.

El síndrome cerebral perdedor de sal se caracteriza por natriuresis inapropiada, poliuria, contracción del LEC e hiponatremia. Es una causa muy poco frecuente de hiponatremia en la edad pediátrica, pero por sus particularidades se lo describe por separado más adelante.

Líquido extracelular alto

Los estados edematosos como la insuficiencia cardíaca congestiva, el síndrome ascítico edematoso (en el marco de la hepatopatía crónica, la cirrosis y la hipertensión portal) y el síndrome nefrótico, suelen acompañarse de una disminución del volumen efectivo circulante, con volumen del LEC aumentado, edemas y, eventualmente, ascitis grave o derrame pleural. La hipovolemia efectiva estimula el sistema renina-angiotensina-aldosterona (SRAA), que genera un balance positivo de sodio, con la consecuente expansión del LEC.

Al igual que en las hiponatremias con LEC bajo, la disminución de la volemia arterial efectiva estimula la secreción de AVP con valores de osmolalidad plasmática menores a los fisiológicos. Frente a esta situación, el aporte de agua libre genera hiponatremia.

Cabe destacar que la magnitud de la hiponatremia se relaciona con el grado de compromiso del volumen arterial efectivo, y puede ser empleado como un parámetro hemodinámico de progresión de la enfermedad.

Líquido extracelular normal

En este grupo se encuentran una serie de trastornos no relacionados entre sí. La característica común es la presencia de cantidades anormalmente altas de AVP, según mecanismos de producción distintos.

Secreción inadecuada de AVP o síndrome de antidiuresis inadecuada. En este síndrome, la secreción de AVP no es regulada por el estímulo osmótico ni hemodinámico, lo que impide alcanzar una completa dilución de la orina. En consecuencia, se genera mayor retención de agua libre, que produce una expansión leve del volumen extracelular, con oliguria inicial. La expansión del LEC produce distensión auricular y ventricular, que estimula la liberación de péptidos natriuréticos (ANP y BNP). Estos péptidos actúan como antagonistas fisiológicos del SRAA y de la AVP. Consecuentemente, favorecen la natriuresis y la restitución parcial o total del volumen del LEC, y también aumentan la fracción excretada de urea y ácido úrico (v. Figura 2.3 b-c). Asimismo, el aumento transitorio de la presión hidrostática peritubular propicia el aumento de la natriuresis (efecto del tercer factor) y se reprograma el umbral para la sed en un valor de osmolalidad plasmática menor que la fisiológica. Esto último explica la baja adherencia de los pacientes a la restricción hídrica ( 5).

En pediatría, este síndrome suele ser autolimitado y de corta duración, por lo que el fenómeno de escape a la AVP (disminución de los receptores V₂, internalización de las acuaporinas 2 y diuresis acuosa) no suele observarse. Clásicamente, se describen cinco patrones de alteración de la secreción de AVP ( 5).

Las causas de este síndrome son múltiples y variadas, y suelen estar relacionadas con las situaciones que propician la liberación no osmótica ni hemodinámica de AVP (v. Tabla 2.1). La hiponatremia se establece siempre que el aporte de agua exceda la cantidad de agua libre excretada en la orina. En el Capítulo 5 se ofrece una descripción detallada de este síndrome.

Déficit aislado de cortisol. El hipocortisolismo por alteración de la síntesis y liberación de adrenocorticotrofina (ACTH) se acompaña de la pérdida del estímulo inhibitorio del cortisol sobre la AVP, la cual se encuentra aumentada a pesar de que la osmolalidad del plasma esté por debajo del valor normal. Como en el resto de los escenarios con aumento de la AVP, es necesario el aporte de agua para que la hiponatremia se establezca. El aporte exógeno de glucocorticoides reestablece el patrón de secreción normal de AVP.

Hipotiroidismo. Es una causa excepcional de hiponatremia en pediatría, cuyo mecanismo de producción es multifactorial y el paciente se recupera con la terapia hormonal de reemplazo.

Síndrome cerebral perdedor de sal

El síndrome cerebral perdedor de sal (CSW, por sus siglas en inglés) es un trastorno poco frecuente que merece un apartado especial, dado que generalmente suele ser sobrediagnosticado en el ámbito de la internación pediátrica y de la UCIP.

Si bien su fisiopatología no se encuentra completamente dilucidada y muchos autores descreen de su verdadera existencia, se caracteriza por una natriuresis inapropiadamente alta para el estado de contracción del LEC, en un paciente poliúrico, con un trastorno infeccioso, metabólico, traumático o tumoral del SNC (la hemorragia subaracnoidea suele ser el trastorno más frecuente), en el que además no hayan sido administrados fluidos isotónicos o hipertónicos por vía endovenosa, que justifiquen la poliuria y la natriuresis. En general, aparece dentro de las primeras 48 horas de la lesión cerebral y tiende a autolimitarse en 10-15 días. La contracción del LEC y el desarrollo de hiponatremia se establecen a partir de la combinación de una serie de factores:

  • Menor actividad del sistema nervioso simpático: esto disminuye la reabsorción proximal de sodio y la activación del SRAA. Ante la ausencia de reabsorción proximal de sodio, sería esperable que la carga aumentada de sodio que se entrega al nefrón distal propicie un aumento de la excreción urinaria de potasio ( 3); sin embargo, esta situación no ocurre en el CSW, lo que pone de relieve la incapacidad de aumentar la liberación de aldosterona, a pesar de que el volumen del LEC se encuentre disminuido y de que su sistema efector renal sea normal.
  • Secreción de un péptido natriurético de origen cerebral (el BNP parece ser el más probable), que antagoniza la reabsorción tubular de sodio y favorece la natriuresis. Se postula que este péptido también podría estar relacionado con la inhibición simpática y con la eliminación urinaria de urea y ácido úrico.
  • Disminución de la volemia arterial efectiva, que genera liberación de AVP, aún con valores de osmolalidad plasmática menores que los fisiológicos. Esto favorece el desarrollo de hiponatremia, particularmente cuando se acompaña del aporte oral o parenteral de agua libre.

Diagnóstico

El diagnóstico de esta entidad suele ser dificultoso y se presta a confusión, dado que muchos de los pacientes se encuentran en estado crítico y reciben o recibieron grandes cantidades de fluidos isotónicos o hipertónicos por vía endovenosa; frente a esta situación, los indicadores urinarios pierden valor diagnóstico, dado que la natriuresis y la poliuria representan mecanismos esperables.

El diagnóstico podría establecerse con mayor precisión en un paciente con un trastorno del SNC y evidencia clínica de contracción del LEC (situación difícil de definir en muchas oportunidades), junto con poliuria, sin haber recibido líquidos isotónicos o hipertónicos endovenosos y que presente los siguientes indicadores:

  • Hiponatremia y baja osmolalidad plasmática.
  • Osmolalidad urinaria inapropiadamente alta (por lo general > 300 mOsm/kg).
  • Sodio urinario > 40 mEq/L (por lo general > 80 mEq/L).
  • Hipouricemia.

Cabe destacar que la evidencia clínica de contracción del LEC resulta fundamental para el diagnóstico del CSW, dado que los indicadores descritos son virtualmente idénticos a los que pueden encontrarse en la secreción inadecuada de AVP, donde el volumen del LEC es normal (o levemente aumentado) y puede haber oliguria inicial ( 5).

Tratamiento

Como se describe en el Capítulo 5, el tratamiento de la secreción inadecuada de AVP consiste, fundamentalmente, en la restricción hídrica; mientras que en el CSW el tratamiento se basa en la expansión del volumen extracelular con soluciones isotónicas. En caso de encefalopatía hiponatrémica, debe ser tratada urgentemente (v. más adelante).

Las pérdidas renales cuantificadas deben reponerse volumen por volumen, la reposición de estas pérdidas no solo debe ser isotónica con respecto al plasma, sino que además no debe tener una tonicidad menor que la de las propias pérdidas. Para tal fin, se deben medir los electrolitos urinarios y el aporte de sodio no debe ser menor que la suma del sodio y el potasio urinarios. Mientras dure el tratamiento, el monitoreo clínico y de laboratorio debe ser frecuente.

En algunos pacientes, el aporte enérgico de agua y sodio propicia una mayor eliminación renal de estos compuestos, motivo por el cual se podría considerar la administración de fármacos con efecto mineralocorticoide (p. ej., fludrocortisona 0.1-0.2 mg/día). Sin embargo, la escasa evidencia al respecto es controversial.

 

Manifestaciones clínicas de la hiponatremia aguda

Encefalopatía hiponatrémica

Se define por el desarrollo de edema cerebral, asociado con signos y síntomas de compromiso del SNC. Es consecuencia de la disminución de la osmolalidad del LEC en el marco de la hiponatremia aguda. Puede establecerse desde pocas horas hasta varios días desde el inicio del cuadro.

La capacidad cerebral de amortiguar los cambios en la tonicidad extracelular se fundamenta en el efecto protector de la barrera hematoencefálica, particularmente, por las prolongaciones podálicas o pies de los astrocitos. Pocas horas después de establecerse la hiponatremia, se produce la extrusión de electrolitos intracelulares (salida de sodio a través de la bomba Na+/K+ ATPasa y de potasio por canales específicos) y de aminoácidos y otros solutos orgánicos. Este efecto mitiga el impacto osmótico de la baja tonicidad e intenta restablecer el equilibrio osmótico entre compartimientos.

Si la capacidad de amortiguación cerebral es superada o inapropiada, se establece la clínica de encefalopatía hiponatrémica. En niños, la relación del tamaño cerebral con respecto al tamaño del cráneo es mayor que en adultos, por lo que, una vez cerradas las fontanelas, hay menor posibilidad de expansión cerebral sin que se traduzca en un aumento de la presión endocraneana. Asimismo, el parénquima cerebral posee menor acción de la bomba Na+/K+ ATPasa (por inmadurez funcional), lo que dificulta el proceso de adaptación descrito.

Estos mecanismos de adaptación son tanto menos efectivos cuanto más rápido se instale la hiponatremia. Además, la hipoxemia y los estrógenos interfieren con la actividad de la bomba Na+/K+ ATPasa, lo que también reduce la capacidad de adaptación cerebral. Por otra parte, aquellos pacientes con lesiones estructurales o funcionales del SNC que comprometan la integridad de la barrera hematoencefálica, poseen menor capacidad de adaptación osmótica en las regiones afectadas.

Las manifestaciones clínicas pueden ir desde anorexia, cefalea, náuseas y vómitos, hasta letargia, temblores, confusión, hiporreflexia, convulsiones, coma y depresión respiratoria y muerte.

Diagnóstico

El diagnóstico de hiponatremia se establece a partir de la sospecha clínica, de acuerdo con la presencia de las situaciones clínicas o mecanismos de producción descritos. Por lo general, las manifestaciones clínicas son las propias de la causa subyacente (contracción del LEC, edemas, trastornos neurológicos, etc.) y eventualmente pueden observarse las relacionadas con la encefalopatía hiponatrémica.

El examen físico debe ser completo e incluir una exploración detallada del estado de hidratación, la circulación y el estado neurológico.

Exámenes complementarios

El diagnóstico se confirma mediante la determinación del sodio plasmático, que debe acompañarse del resto del ionograma y del estado ácido-base, así como de la determinación de la función renal (urea, creatinina y ácido úrico), la glucemia y la osmolalidad plasmática (o bien, realizar el cálculo de la osmolaridad plasmática efectiva,  1). Para completar o definir con más certeza la causa, se debe determinar el ionograma urinario, junto con la urea, creatinina, osmolalidad y densidad urinarias.

Tratamiento

Actualmente, existe consenso en que el tratamiento de la hiponatremia debe establecerse en función de la presencia de signos y síntomas.

Tratamiento de la hiponatremia sintomática

La hiponatremia que se desarrolla en menos de 24 horas, particularmente si es moderada o grave, posee mayor riesgo de compromiso agudo del SNC, así como de secuelas neurológicas permanentes en caso de no ser adecuadamente tratada; mientras que la que se instala en 24-48 horas, posee mayor riesgo de desmielinización osmótica si la corrección es excesiva.

Los niños suelen presentar síntomas de encefalopatía hiponatrémica con valores de sodio más altos que los adultos. De hecho, cerca del 50% de los pacientes pediátricos presenta alguna manifestación compatible con encefalopatía hiponatrémica (cefalea, depresión del sensorio, náuseas, vómitos temblores, etc.) con sodio < 125 mEq/L. La incidencia de manifestaciones clínicas graves (convulsiones, coma) aumenta marcadamente cuando el sodio es < 120 mEq/L. Esto se atribuye, al menos en parte, al reducido espacio del cráneo con respecto al tamaño cerebral. Los signos y síntomas de encefalopatía son raros cuando el sodio es > 125 mEq/L. Cabe destacar que la encefalopatía hiponatrémica es un trastorno grave, con una morbimortalidad cercana al 20%, aun cuando se establece un tratamiento adecuado.

En la actualidad, existe consenso en que la encefalopatía hiponatrémica debe ser tratada urgentemente con soluciones hipertónicas de cloruro de sodio al 3% (0,51 mEq de sodio por mL). Cuando esta solución no se encuentre disponible, puede confeccionarse mediante la combinación siguiente:

  • Agua destilada: 85 mL.
  • Cloruro de sodio al 20%: 15 mL.

La solución de cloruro de sodio al 3% puede administrarse de manera segura y rápida por un acceso vascular periférico. La recomendación terapéutica actual es la siguiente (Figura 2.4):

  • Dosis: 2 mL/kg de cloruro de sodio al 3% (1 mEq/kg de sodio) en bolo endovenoso (EV).
  • Tiempo de infusión: 10-15 min.
  • Dosis máxima: 100 mL.

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El objetivo terapéutico es aumentar la natremia 3-5 mEq/L, que suele ser suficiente para mejorar los síntomas, o hasta la desaparición de la sintomatología neurológica. El bolo puede repetirse 2-3 veces cada 15-30 min si no existe mejoría clínica o en caso de que no se modifique la natremia.

Se debe evitar corregir el sodio más de 8-10 mEq/L en las primeras 24 horas, y no más de 16-18 mEq/L en 48 horas (o 15-20 mEq/L, según diferentes autores). En ningún caso se debe alcanzar un sodio plasmático ≥ 140 mEq/L (sobrecorrección).

Si el paciente no mejora la clínica neurológica tras un aumento del sodio plasmático ≥ 5 mEq/L, o con un sodio plasmático ≥ 125 mEq/L, se deben descartar otras causas de compromiso neurológico.

El control clínico debe ser estricto mientras se establece el tratamiento. Se debe determinar nuevamente el sodio plasmático una vez finalizada la infusión, al igual que luego de cada bolo en caso de que se haya repetido, y cada 2 horas hasta que el paciente se encuentre estable. Durante las primeras 24-48 horas de finalizado el tratamiento se sugiere controlar el sodio plasmático cada 4-6 horas, o según la evolución clínica.

Actualmente, no se recomienda el empleo de fórmulas para el cálculo del déficit corporal de sodio, dado que suelen ser poco exactas y además no consideran las pérdidas concomitantes de agua y electrolitos mientras se realiza la corrección (sistema abierto).

Cabe destacar que los pacientes con defectos reversibles de la dilución de la orina, como la polidipsia primaria o la contracción del LEC, son quienes que tienen más riesgo de sobrecorregir la hiponatremia y desarrollar complicaciones neurológicas graves (v. más adelante). Sobre esta base, se recomienda monitorear la diuresis durante el tratamiento para detectar precozmente la aparición de diuresis acuosa y considerar en forma individualizada la necesidad de utilizar desmopresina para prevenir la sobrecorrección. Sin embargo, hay escasa evidencia en pediatría con respecto a esta conducta.

Una vez resuelta la clínica de encefalopatía hiponatrémica, y alcanzado un valor seguro de sodio plasmático, el tratamiento debe continuar según la causa de la hiponatremia (rehidratación en el paciente deshidratado, restricción hídrica en la secreción inadecuada de AVP, etc.).

Ejemplo clínico

Paciente de 15 kg, previamente sano, presenta deshidratación grave por diarrea aguda de 24 horas de evolución. Una vez estabilizado hemodinámicamente, se obtiene un laboratorio que informa un sodio plasmático de 122 mEq/L. Pocos minutos después, el paciente comienza con depresión progresiva del sensorio y una convulsión tónico-clónica generalizada. Se asume el cuadro como una encefalopatía hiponatrémica y se establece el tratamiento siguiente:

  • Confección del cloruro de sodio al 3%: 85 mL de agua destilada + 15 mL de cloruro de sodio al 20%.
  • Dosis: 2 mL/kg de cloruro de sodio al 3% (1 mEq/kg de sodio) = 30 mL de cloruro de sodio al 3% en bolo EV.
  • Tiempo de infusión: 10-15 min.

Una vez finalizada la infusión, determinar nuevamente el sodio plasmático. En caso de persistencia de la clínica o si el sodio no aumenta, se puede repetir el bolo EV de sodio.

Una vez resuelta la sintomatología neurológica y con un valor de sodio plasmático seguro, se debe continuar con el tratamiento de la deshidratación grave (s 1 y 12).

Tratamiento de la hiponatremia asintomática

En caso de hiponatremia y ausencia de manifestaciones clínicas compatibles con encefalopatía hiponatrémica, el tratamiento es el de la causa.

En la hiponatremia con LEC bajo, cuya causa más frecuente en pediatría es la deshidratación por diarrea aguda, debe asegurarse la estabilidad hemodinámica y establecerse la rehidratación por vía oral con sales de rehidratación oral ( 1). Si esta estrategia no es posible, la rehidratación EV, tanto rápida como convencional, debe implementarse siempre con fluidos isotónicos (s 1, 11 y 12). El enfoque terapéutico del CSW ya fue propuesto en la sección correspondiente. En el Capítulo 23 se describe el tratamiento de la insuficiencia corticosuprarrenal.

En la hiponatremia con LEC alto y estados edematosos como la insuficiencia cardíaca, el síndrome ascítico edematoso o el síndrome nefrótico, el tratamiento apropiado es el de la enfermedad de base (s 25, 71 y 48.3, respectivamente).

En la hiponatremia con LEC normal por déficit de cortisol o hipotiroidismo, se puede indicar la restricción hídrica hasta que sea efectiva la terapia de reemplazo hormonal. Asimismo, el tratamiento principal de la secreción inadecuada de AVP es la restricción del aporte de agua entre el 60%-70% de las necesidades de mantenimiento diarias, y se describe con detalle en el Capítulo 5.

Complicaciones del tratamiento

Desmielinización osmótica

Clásicamente denominada mielinólisis pontina, hace referencia al cuadro caracterizado por la presencia de lesiones desmielinizantes que ocurren luego de un estrés osmótico sobre el SNC, como al corregir rápidamente la hiponatremia. Es un trastorno poco frecuente, que sobre todo se encuentra relacionado con la corrección de más de 22-24 mEq/L en las primeras 48 horas del tratamiento.

Si bien los núcleos de la protuberancia son los más sensibles al estrés osmótico, la desmielinización puede aparecer en otros núcleos del tronco del encéfalo, así como en el cerebro o el cerebelo.

Las manifestaciones clínicas pueden aparecer desde poco después de corregida la hiponatremia, hasta dos semanas más tarde. Los síntomas pueden ser leves o moderados, como somnolencia, letargia, disartria y ataxia, o bien progresar hasta el desarrollo de convulsiones, coma o síndrome de enclaustramiento. La resonancia magnética confirma el diagnóstico de las lesiones desmielinizantes, que típicamente suelen observarse mejor luego de 10-15 días de la agresión osmótica.

La única estrategia validada en pediatría para prevenir estas lesiones es la corrección lenta de la hiponatremia, como fue descrito.

Hipernatremia

La hipernatremia es un trastorno que suele observarse en el ámbito hospitalario y se asocia con un aumento marcado de la morbimortalidad.

El sistema de la hormona antidiurética, exquisitamente sensible, y el potente mecanismo de la sed son los dos componentes de los que dispone el organismo para mantener la homeostasis hídrica y osmolal, y así prevenir el desarrollo de hipernatremia. Si alguno de estos componentes falla y el acceso al agua no está asegurado, la hipernatremia puede establecerse. En este punto, cabe destacar que a pesar de que un paciente presente un trastorno que le impida conservar adecuadamente el agua (p. ej., la diabetes insípida,  5), si el acceso al agua está asegurado y el mecanismo de la sed se encuentra intacto, es probable que nunca desarrolle hipernatremia.

Sobre esta base se describen poblaciones de riesgo en las cuales, por diversos motivos, el acceso al agua se encuentra restringido. Lactantes y niños pequeños, pacientes con hipodipsia o adipsia, o bien alguna otra condición que propicie un acceso restringido al agua (trastornos neurológicos, vómitos persistentes, estado posquirúrgico, sedación, ventilación mecánica, etc.) definen el escenario donde la hipernatremia puede instalarse.

La diarrea aguda es la principal causa de hipernatremia en pediatría; sin embargo, la deshidratación hipernatrémica da cuenta de menos del 5% de los casos de deshidratación ( 1). Suele producirse cuando, además de las pérdidas enterales que tienden a concentrar el LEC, coexisten mecanismos adicionales de pérdida de agua libre (fiebre, taquipnea, calor ambiental excesivo, etc.) y la reposición de agua por vía oral es escasa o nula. La técnica de lactancia inadecuada también se asocia con deshidratación hipernatrémica, especialmente en el primer mes de vida.

Definición

La hipernatremia puede definirse con un valor de sodio plasmático > 145-150 mEq/L, según diferentes autores. Asimismo, por su asociación con manifestaciones clínicas de riesgo, algunos autores definen a la hipernatremia grave cuando el sodio plasmático es > 160 mEq/L.

Causas y mecanismos de producción

Como fue mencionado, la causa más frecuente de hipernatremia en pediatría es la deshidratación hipernatrémica. Cabe reiterar que para que la hipernatremia se establezca, suele ser necesario que existan causas concomitantes de pérdida de agua libre, junto con la restricción o imposibilidad de ingerir líquidos. Se describen tres mecanismos principales que a su vez poseen diversas causas, a partir de los cuales la hipernatremia puede establecerse:

  • Pérdida de agua libre.
  • Aporte inadecuado de agua.
  • Aporte excesivo de sodio.

Pérdida primaria de agua libre

La pérdida primaria de agua puede clasificarse de acuerdo con su origen en renal o extrarrenal. En ambos casos, es necesario que el paciente no haya tenido acceso al agua o que el mecanismo de la sed no esté conservado para que la hipernatremia se establezca.

Pérdidas renales

Diabetes insípida (DI). Se define por la incapacidad para reabsorber agua libre en los segmentos distales del nefrón, ya sea por ausencia de AVP (DI central) o por resistencia tubular a la acción de esta hormona (DI nefrogénica). En el Capítulo 5 se describen con detalle ambas entidades, en las que característicamente se produce diuresis acuosa.

Diuresis osmótica. La excreción renal de solutos osmóticamente activos puede generar un aumento de la excreción urinaria de agua libre cuando el principal soluto involucrado no es un electrolito. En la diuresis osmótica por glucosuria o por urea, la suma del sodio y el potasio en orina suele resultar menor que la natremia, por lo tanto, si bien la osmolalidad de la orina es mayor que la del plasma, la baja excreción urinaria de electrolitos predice un efecto de pérdida de agua libre. La diuresis osmótica con electrolitos (sodio, potasio, etc.) como solutos urinarios osmóticamente activos predominantes (p. ej., en la fase poliúrica que sigue a la resolución de la LRA y en la poliuria posobstructiva, en ambos casos junto con la urea), o bien en diversas tubulopatías ( 48.4), puede generar pérdida de agua libre cuando la suma del sodio y el potasio urinarios sea menor que la natremia. En caso de que la pérdida de agua libre se acompañe del balance negativo de sodio, concomitantemente se produce contracción del LEC.

Pérdidas extrarrenales

Las pérdidas gastrointestinales y las pérdidas insensibles suelen asociarse con cierto grado de contracción del LEC, es decir, que el balance negativo de agua se acompaña del balance negativo de sodio:

  • Pérdidas gastrointestinales: diarrea aguda, vómitos, pérdidas por colostomía, ileostomía, derivaciones biliopancreáticas, malabsorción, etc.
  • Pérdidas insensibles: nacidos pretérmino (luminoterapia y cunas radiantes), fiebre persistente, taquipnea sostenida, calor ambiental excesivo, quemaduras.

Aporte inadecuado de agua

Lactancia materna inefectiva, hipodipsia o adipsia por trastornos hipotalámicos primarios o secundarios, otros trastornos neurológicos y falta de acceso al agua (lactantes y niños pequeños que dependen de sus cuidadores). En la mayoría de estos casos, el volumen del LEC se encuentra disminuido.

Aporte excesivo de sodio

Esto puede observarse con la administración de soluciones hipertónicas, p. ej., durante la reanimación hemodinámica hipertónica en los pacientes neurocríticos, para mejorar la perfusión cerebral. También puede producirse por el uso de enemas con soluciones hipertónicas, o por la ingesta de sodio (toxicidad por sal), leche de fórmula mal reconstituida o agua de mar. En todos estos casos, al igual que en el hiperaldosteronismo primario ( 6), el volumen del LEC suele estar aumentado. La persistencia de la hipervolemia puede inducir la reprogramación de los osmorreceptores en una osmolalidad plasmática mayor, por lo que la sed y la secreción de AVP se reajustan para mantener la natremia por encima del valor normal.

Manifestaciones clínicas

La hipernatremia da como resultado la salida de agua desde el espacio intracelular al espacio extracelular, para mantener el equilibrio osmótico entre compartimientos. Esto produce contracción neuronal y cerebral transitoria.

La adaptación a la reducción de volumen es muy rápida y efectiva. En poco tiempo (30-60 min) se genera la ganancia intracelular de electrolitos (sodio y potasio), aminoácidos y solutos no medidos, conocidos como osmoles idiogénicos, que permiten que en forma relativamente rápida el parénquima cerebral restablezca su volumen habitual.

Cuando la hipernatremia es grave (sodio > 160 mEq/L) y se instala rápidamente, es posible que la ganancia de osmoles efectivos intracelulares no sea lo suficientemente rápida para preservar el volumen cerebral, lo que puede asociarse con cambios estructurales y manifestaciones clínicas. La contracción del parénquima cerebral puede inducir rupturas vasculares que producen hemorragia subdural, subaracnoidea o intraparenquimatosa. Asimismo, el estrés osmótico inducido por la hipertonicidad extracelular puede asociarse con lesiones desmielinizantes.

Clínicamente, esto se traduce en cefalea, náuseas, vómitos, taquipnea y debilidad con hiperexcitabilidad muscular. Manifestaciones más graves incluyen meningismo, letargia, irritabilidad, convulsiones y coma, que pueden poner en riesgo la vida del paciente.

Las complicaciones trombóticas son menos frecuentes, e incluyen trombosis del seno dural, accidente cerebrovascular arterial isquémico y trombosis de vasos periféricos.

La hipernatremia grave con síntomas de compromiso del SNC se asocia con elevada mortalidad, particularmente en la población pediátrica.

Cabe destacar que en la toxicidad por sal, resultado de un aporte masivo de sodio y no de la pérdida de agua libre, no se produce la síntesis de osmoles idiogénicos. Esto le adjudica mayor gravedad potencial al trastorno y, como se describe más adelante, posee implicancias terapéuticas.

Diagnóstico

El diagnóstico se establece sobre la base de la sospecha clínica, de acuerdo con la presencia de mecanismos o causas predisponentes y sus manifestaciones clínicas acompañantes, junto con la eventual presencia de signos y síntomas de compromiso del SNC. En la anamnesis, se debe indagar acerca de los antecedentes personales y familiares, la presencia de poliuria y polidipsia, episodios previos de deshidratación, enfermedades de base, tipo de alimentación y forma en que se reconstituye la leche, consumo de sal en exceso, etc. Asimismo, se debe reconstruir el historial reciente de líquidos aportados por vía oral, cantidad y tonicidad de los líquidos administrados por vía EV, y si hubo acceso restringido al agua.

Al examen físico resulta fundamental determinar los signos vitales, el estado de hidratación y los signos y síntomas asociados. Cabe destacar que en la deshidratación hipernatrémica los signos clínicos de contracción del LEC son menos evidentes, pues la deshidratación ocurre, fundamentalmente, a expensas del LIC ( 1). Asimismo, debe valorarse la integridad del mecanismo de la sed y se recomienda realizar una exploración neurológica completa.

Exámenes complementarios

Al igual que en la hiponatremia, el diagnóstico se confirma mediante la determinación del sodio plasmático, que debe acompañarse del resto del ionograma y del estado ácido-base, así como de la determinación de la función renal (urea, creatinina y ácido úrico), la glucemia y la osmolalidad plasmática (o bien, realizar el cálculo de la osmolaridad plasmática efectiva,  1). Para completar o definir con más certeza la causa, se debe determinar el ionograma urinario, junto con la urea, creatinina, osmolalidad y densidad urinarias. 

Tratamiento

Dado que en pediatría la causa más frecuente de hipernatremia es la deshidratación hipernatrémica, el tratamiento se focaliza en esta entidad. El manejo terapéutico de la diabetes insípida central y nefrogénica se describe en el Capítulo 5.

Se debe remarcar que la readaptación cerebral a la disminución de la tonicidad plasmática es un proceso que sucede lentamente, a partir de la expulsión de los solutos incorporados para amortiguar la hipertonicidad extracelular. Por lo tanto, la corrección de la hipernatremia debe realizarse de manera tal de minimizar el riesgo de generar edema cerebral durante el tratamiento. Clásicamente, se recomienda disminuir la natremia a un ritmo ≤ 0,5 mEq/L/hora (o 10-12 mEq/L/día).

Inicialmente, se debe valorar el estado hemodinámico y el grado de contracción del LEC. En caso de hipovolemia grave y compromiso hemodinámico (poco frecuente en pacientes hipernatrémicos), debe administrarse solución salina al 0,9% en bolos de 20 mL/kg en 10-20 min hasta la recuperación hemodinámica (s 11 y 12).

Tratamiento de la deshidratación hipernatrémica

Con el paciente hemodinámicamente estable, al igual que para la deshidratación isonatrémica e hiponatrémica, la rehidratación por vía oral o enteral con sales de rehidratación oral es la vía de elección ( 1). En caso de fracasar o estar contraindicada, se recomienda implementar una estrategia de rehidratación EV convencional en 24 horas con fluidos isotónicos ( 12). Para evitar el desarrollo de edema cerebral, la reposición del déficit previo debe ser lenta, en un tiempo que asegure un descenso de la natremia a un ritmo ≤ 0,5 mEq/L/h (10-12 mEq/L/día), que por lo general toma 24-48 horas (Tabla 2.2). El monitoreo clínico y de laboratorio debe ser frecuente durante la rehidratación. Asimismo, las indicaciones iniciales se deben revalorar permanentemente, según la evolución clínica y bioquímica del paciente, y las pérdidas concurrentes deben reponerse volumen por volumen con cristaloides isotónicos.

Si el descenso del sodio plasmático es más rápido de lo esperado, se recomienda disminuir la velocidad de infusión del plan de hidratación parenteral. Si aparecen convulsiones durante el curso de la corrección de la hipernatremia, se puede asumir que es debido al desarrollo de edema cerebral; por lo tanto, se debe detener la infusión y administrar la solución de cloruro de sodio al 3% (v. más atrás) para revertir el edema.

Ejemplo clínico

Paciente de 8 kilos, con deshidratación grave hipernatrémica. Una vez estabilizado hemodinámicamente, demuestra intolerancia franca a la rehidratación por vía oral. Sodio plasmático: 162 mEq/L. Déficit previo estimado: 10% del peso corporal (deshidratación grave). Se diseña una estrategia de rehidratación EV en 24 horas:

  • Necesidades de mantenimiento: 100 mL/kg/día.
  • Déficit previo: 50 mL/kg/día (100 mL/kg totales a ser administrado en dos días).
  • Administrar 150 mL/kg/día de una solución parenteral isotónica (s 1 y 12).
  • Tiempo de corrección del déficit previo: 48 horas (para que el descenso de la natremia no supere los 10-12 mEq/L/día).
  • Medir las eventuales pérdidas concurrentes y reponerlas en paralelo, volumen por volumen, con cristaloides isotónicos, en intervalos de 4-6 horas.
  • Monitorear frecuentemente el sodio plasmático. Ajustar la estrategia de rehidratación de acuerdo con la evolución clínica y de laboratorio.

Tratamiento de la hipernatremia con síntomas graves

Dado que la adaptación cerebral a la hipernatremia es rápida y efectiva, el desarrollo de síntomas graves como convulsiones o coma no suele ser frecuente. Sin embargo, en caso de estar presentes, pueden poner en riesgo la vida del paciente.

Frente a esta situación, algunos autores plantean la administración rápida de agua libre endovenosa con dextrosa al 5%, hasta que resuelvan los síntomas neurológicos (convulsiones, coma). La estrategia de administración parte de la premisa de que 4 mL/kg de agua libre disminuyen el sodio plasmático en 1 mEq/L. Pueden administrarse bolos sucesivos de 4 mL/kg de dextrosa al 5% en 10-15 min hasta revertir la sintomatología, o bien calcularse el déficit de agua libre ( 5) y administrar en forma EV rápida la fracción necesaria del volumen calculado hasta la mejoría clínica:

Déficit de agua libre (mL) = 4 mL/kg x (Na real - 140 mEq/L)

Cabe reiterar que, del volumen calculado a partir de esta fórmula, solo se administra en forma EV rápida la cantidad necesaria para revertir los síntomas. Luego, el tratamiento continúa según la causa de la hipernatremia.

El control clínico debe ser estricto, y se debe determinar nuevamente la natremia una vez que hayan cedido los síntomas. Esta estrategia debe ser implementada por profesionales con experiencia, idealmente en un ámbito con acceso rápido a la UCIP.

Aporte del déficit de agua libre en ausencia de síntomas graves

Vale aclarar que en ausencia de síntomas graves, la administración lenta del déficit calculado de agua libre, es decir, en un tiempo acorde con el descenso seguro de la natremia (≤ 0,5 mEq/L/h), debe emplearse en la diabetes insípida que desarrolla hipernatremia ( 5). En la toxicidad por sal puede implementarse en un tiempo menor, dado que en esta entidad característicamente no se produce la síntesis de osmoles idiogénicos dentro de las neuronas. La tonicidad del líquido utilizado para corregir el déficit de agua libre debe adaptarse a cada situación clínica y a su gravedad.